Sentado en esa banca, todavía nervioso con los resultados del doctor estaba yo. Todavía con los papeles en mano y con la boca abierta, ¿porque a mí?, me repetía una y otra vez en mi cabeza, no era justo que la muerte llegara tan rápido, tan solo tenía 20 años, ¿porque ahora?, aun no había podido hacer tantas cosas, escalar en monte Everest, correr desnudo por las playas del Brasil, bailar sobre la torre Eiffel, enamorarme, tener un hijo a quien educar, y muchas otras cosas.
Mis manos temblaban, ¿cuánto me quedaría?, el doctor dijo que si no estresaba mi corazón tal vez unos cuantos meses, pero ante cualquier sorpresa, estaba asegurado en un ciento por ciento que era mi despedida. Al carajo, dije, tomé el viejo mp3 que me regalaron unas cuantas navidades atrás y busque la canción perfecta. ¿Cuántos tienen el lujo de morir escuchando una canción a su elección?, divague en la larga lista, podría ser algún gran clásico hermoso de Beethoven, o de Vivaldi, o tal vez, las dulces notas de Bob Marley serían mejor transporte, seguía viendo, una tras otra, hasta que la encontré, no era de un gran grupo, ni tan trascendental, pero era la perfecta sinfonía agridulce que estaba buscando.
La comencé y los violines me pusieron en automático, me levanté rapidamente y comencé a caminar sin un destino aparente. Mientras avanzaba la canción, recordé hasta el momento más ínfimo de mi existencia, ahora, ya nada importaba, las buenas notas, la cortesía, todo al carajo, ahora eso era ajeno a mi, era mi propio Dios y mi propia muerte.
Salte autos y escuché muchos gritos mientras avanzaba, pero realmente no los sentía, todo ahora se sentía extraviado, como si me hubieran cortado un cable principal. Doble en una cuadra, y llegué al lugar donde nos dimos nuestro primer beso, no me detuve, pero recordé el sabor de sus labios, sus ojos. Ella no sabía nada de mi enfermedad, cuando se entere quedará debastada, que egoista de mi parte no contarle, no morir a su lado, ni siquiera haberme despedido de ella.
También recordé a mis viejos muchachos, los amigos de siempre, con los que compartes media vida, estas con ellos en las buenas y en las malas, los que te llevan a tomar un trago en los momentos dificiles y ponen el hombro para llorar, ellos tampoco lo sabían. ¿Me odiarían por mi decisión?, tal vez la comprendan, saben que me gusta estar solo por momentos. Piso el capot de un auto, evitandolo, y el dueño salió a recriminarme, no lo escuché, se frustró y se fue. Eso era todo, frustrarte e irte, ja, me preguntó si yo también soy así, renunciar tan fácil.
Siento que no falta mucho, mi corazón se acelera a medida que la canción y mis pensamientos avanzan. Me duele el pecho, no importa, que era un dolorcito más en esta vida, cuando la muerte esta a tan solo la vuelta de la esquina, literalmente. Escucho por los audífonos "I can't change", ja, parece que tienes razón, siempre soñé con que mi amiga la muerte llegara de una forma inusual.
Una lágrima cae de mi mejilla al pasar por un parque, era al que me llevaban mis padres cuando era niño. Cuanto me hubiera gustado darles el nieto que tanto esperaban, de hacer perdurar el apellido de la familia como era el deseo de mi papá. Lástima que eso ya no se pueda. Me hubiera gustado charlar más con mi mamá, contarle más de mis cosas, confiar más en ella. Ya era demasiado tarde.
Siento como si me quisiera explotar el corazón, el dolor es tan insoportable que tengo que cerrar los ojos. No, me digo a mi mismo, no te detengas. No sabía el porque, pero presentía que iba a algún lugar en específico, doble la siguiente esquina y supe al fin donde sería mi fin, junto a la estatua de un general de la guerra de la independecia que yo admiraba, siempre soñé con liberar a mi pueblo de la opresión. Y llegó, habían pasado exactamente 5 minutos con 57 segundos desde que le di play al mp3, y fue cuando mi corazón se detuvo, me senté a la sombra de la estatua y bajé la cabeza, me sentía débil, y el dolor era insoportable. Solo pude sonreir, y alcancé a decir, mierda, creo que la vida no es más que una puta sinfonía agridulce.
Cerré mis ojos para no volverlos a abrir, nunca más.