19:41 | Author: Carlos Lauredo

Me morí aquella tarde,
en la que bote los lentes,
rasgue la camisa y me puse gafas,
y la deje esperando en la puerta.

Me morí aquella tarde,
cuando me puse ropa con nombres,
mire a los pies y no a la cara,
y tomé del caliz dorado.

Y ella lo sabe,
dejo la rosa en la tumba y se fue,
con un nuevo amor, alguien que esté,
alguien que no haya dicho adiós.

Me morí aquella tarde,
en que cambie la sonrisa por corbata,
el chocolate por alcohol,
y el llanto por tristeza seca.
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2 comentarios:

On 2 de diciembre de 2008, 19:57 , Memo dijo...

Primer poema tuyo que me gusta.

Creo que con eso o digo todo.

Saludos

 
On 12 de diciembre de 2008, 8:49 , Rigelira Libelo dijo...

jajajaja ese comentairo de Caballero!!

qué mala onda que es no?? :P

bueno, prometí entrar y acá estoy, el poema corto, conciso, da la idea clara de lo que trata sin necesidad de mucho redundeo. La parte del "cáliz dorado" fue la única que no me sgustó por que se salió de la linea de cotidianidad del poema: las gafas, la camisa, los lentes,etc. todas esas cosas similares y chan! el caliz que no tiene nada que ver.

jeeee yo no me callo nadaa!! :)

esa es mi opinión, leí los anterioes poemas y la soltura es lo que caracteriza todo esto.

besotes Laudddddddddd