20:51 | Author: Carlos Lauredo
Sentado en una banca lejana, estaba sentado él, viendo cada movimiento, cada ligero cambio en su humor. El asesino vigilaba a su presa, escogida al azar, como las anteriores, pero mujeres, por supuesto, no era un homosexual cualquiera para matar hombres.

Con el tiempo, había notado esa necesidad, de la sangre, del sufrimiento a sus pies, culpen a quien quieran solía decirse a si mismo, pues no tenía a quien decirselo, pero la verdad es que mis acciones son meramente un acto de conciencia, una... obra de arte.

Se levanto y la siguió a cuatro personas de distancia. Esta era diferente a las demás. Tal vez la más hermosa, será un placer trabajar con ella, pensaba.

Según su estudio, ella vivía sola, acaba de ver a una amiga, era extranjera, no tenía familia. Si hacia bien su trabajo, no la descubrirían hasta que este en su punto y sus huellas se hayan borrado.

Tras sus gafas oculto la vio entrar a su edificio, él se detuvo, espero unos minutos, hasta tener conciencia de que se quedaría ahí; el guardia salió a fumar un cigarrillo y oculto en las sombras pasó de largo y subió al primer ascensor que le abrió la puerta. Piso 7, departamento 5, tenía una copia de la llave, que había conseguido con sutileza, pues no le gustaba forzar cerraduras, ni agredir el medio ambiente, sería tan solo una perdida de tiempo. Abrió, ella estaba en la ducha, sigilosamente se acomodó, sus herramientas en sus forros, y mientras esperaba, se lijaba los huellas digitales, todo limpio, ninguna huella.

Pensaba en todo lo que había pasado, en su vida, en su edad, en sus ideas, escritor desde joven había dejado una vida atrás, tal vez asqueado por la sutileza con que se podría todos los días su vida acompañado de las otras personas que no parecían valer la pena. Aún recordaba su primera obra de arte, una amiga de la universidad, ella veía el mundo opaco y triste, el supuso que se alegraría al ser su primera vez. Por suerte para él, los oficiales eran ineptos y jamás supieron quien fue, pero con el tiempo se pulió hasta ser un profesional, ahora facilmente podía asesinar 3 chicas en menos de un mes y no dejar ninguna relación entre ellas, mpas que ciertas sutilezas, que sabía que jamás en esta parte del mundo tomarían en cuenta.

Cuando se dio cuenta, ya estaba terminando, las sabanas rojas, las paredes manchadas, ella, con la mirada ingenua aún en el rostro, dejo su marca y se fue, limpio como llegó ante su profesionalismo, tan solo con una cortada en el dedo, un error tonto, pero nada que sus guantes no tapen.

Bajó y se despidió del conserje como si nada hubiera pasado, salió a la noche, sonrió y encendió un cigarrillo. Era hora de buscar nuevas victimas, nuevas... compañeras, al infierno me me voy solo. El tenía pocos meses de vida, y se llevaría cuantas pudiera, era una promesa que se había hecho.
Category: |
You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.

4 comentarios:

On 7 de noviembre de 2008, 21:23 , Memo dijo...

Una noche larga, no?

Esperemos que ya no hayan más sorpresas.

No estoy con ánimos.

Sobre la entrada, la parte de las huellas digitales es épica, me gustó.

A pesar que uno se vaya al infierno solo, es mejor ser consecuente con lo que se hace a vivir en el purgatorio... en medio de todo y de NADA.

Saludos.

 
On 10 de noviembre de 2008, 10:06 , Rigelira Libelo dijo...

Eso de la cortada es un hincapié a otra posible situación.

Bien pensado eh!


Por lo demás no hay problema, aunque hay errores ortográficos y metidas de pata, pero bueh la idea está ahi dando vueltas.

saludetes

 
On 12 de noviembre de 2008, 17:33 , Memo dijo...

Errores ortográficos.

Mmm.

Me hace pensar en decir algo... pero no, no es lugar,

o sí Lauredo?

 
On 12 de noviembre de 2008, 17:34 , Carlos Lauredo dijo...

No, porq estaba borracho, asi q no vale...