17:51 | Author: Carlos Lauredo
Atado de manos, y mirando a un arbol, el Coronel esperaba la señal de fusilamiento, que de seguro no tardaría más de unos segundos. Justo antes de escuchar la pronunciación de uno de los oficiales enemigos, dió una ojeada al reloj de la catedral. Se había detenido, exactamente a esa hora, diez para las tres, y de seguro así se quedaría algún tiempo; como su sangre desparramada por ahí, alimentando a la tierra de su dulce plaza.

Pero el Coronel recordaba muchas cosas, su niñez, por ejemplo, cuando su padre y su madre lo llevaban a la catedral a escuchar misa, luego el helado dominguero y el lustrado de zapatos, todo después del corte de cabello, en la barbería del turco, como le decían muchos. Apreciados, esos paseos marcaron un gran impacto en él, poco a poco se le infundaba un amor a esa tierra que lo había visto nacer, y que lo vería morir en tan solo unos segundos. Recordaba uno de ellos muy bien, cuando caminaba de la mano con su familia. Vió un hombre tendido, en la escalera de la catedral, pidiendo limosna. Curioso como era él, le preguntó a su padre porque ese hombre estaba ahí, sin esperanza en los ojos e inmundicia en las manos. "Porque el mundo en el que vivimos trata así a la gente, por ello tu debes crecer para poder intentar resolver estos lios de gente grande". Esas palabras le marcaron de por vida.

Ya en su juventud, se le notaba el ferviente amor a todo cuando veía, le encantaba caminar por ahí, ver el cielo azul, que cubría aquel mundo de fantasía. Tomaba café en los bancos de la renovada plaza, miraba al pueblo pasar de aquí alla, desfrutando de cada paso que todos daban, pero no decía nada. Se limitaba a ver solamente, nunca expresaba aquello a nadie. Y como no querer ese lugar, si le había dado todo, a tan solo unos metros se enamoró por primera vez, le dieron su primer beso y cuantas más experiencias que contar.

Recordando todo en un pestañeo, el Coronel también vió los años en que todo comenzó, su repentina madurez y su cambio de animo. De ser aquel tierno muchacho, como lo calificaba su madre, paso a ser alguien frio, que de repente salía de noche y tenía amigos raros y diferentes, y salía hasta tarde. Al principio pensaron que iba a tomar, pero luego se enteraron cuando vieron las armas. Tuvo que explicarles todo, pero a pesar de sus ideales, su madre se alteró y le prohibió que siguiera viendo a esas personas.

Una vez estallada la guerra, se preparó para salir, su madre lo intentó detener. "Hijo mió, ¿como vas a ir?, no te lo puedo permitir, no mientras me pertenezcas", la apartó delicadamente pero decididamente, "No le pertenezco señora, y lo siento lo de su hijo, pero me confunde, yo soy un Coronel", y así como si nada se fué.Antes del fusilamiento, había escrito una carta para ella, y se la había hecho mandar, disculpandose por todo lo que la había hecho pasar.

Ahora, en pleno siglo XXI iba a ser fusilado. Entonces lo escuchó, "fuego", sintió un ardor en la espalda y mientras las piernas le fallaban, no dejó de mirar el reloj y dijo, al menos me quedaré aquí por el resto de mi vida.

A una cuadra estaba un pelotón, con soldados leales al coronel, que derrotarían a los soldados enemigos, pero no llegarían a tiempo para salvarlo a él.

Como último acto de honor, fue enterrado en la misma plaza que tanto quería, para quedarse a vivir ahí para siempre, como siempre había deseado.
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3 comentarios:

On 13 de septiembre de 2008, 18:40 , Memo dijo...

La única crítica que tengo es que a veces te distancias mucho de tus personajes; no me refiero a perder el hilo y eso, es algo más... de tipo entrañable; parece una crónica periodística.

Y Gabo por fin entró en tus venas.

Saludos

 
On 14 de septiembre de 2008, 13:47 , Rigelira Libelo dijo...

Y porqué coronel??

Por qué no un GENERAL??? xD

jajajaja

salutes

 
On 14 de septiembre de 2008, 18:09 , Carlos Lauredo dijo...

Porque al general no lo matarían, solo lo meterian preso, porque tiene apoyo de un gran grupo de personas, es mejor matar su espiritu, y solo se irá muriendo