20:10 | Author: Carlos Lauredo
Bueno, ¿tendré que ser yo el primero en hablar?, veamos que hace ella, me dije a mi mismo, y simulé seguir leyendo .

Ordenaste un cortado, mmm, no visita mucho esta clase de cafés, pensé. Esperabas tu pedido jugueteando con los dedos mirando hacia las paredes; evitando claramente mi mirada; siempre admirandola belleza del lugar, tal vez preguntandote donde se había ocultado este pequeño paraiso de madera todos estos años, justo igual a mí, la primera vez que llegué a parar aquí.

Llegó tu cortado y no esperaste el tiempo suficiente para que se enfriara, te quemaste por supuesto, muchos rieron disimuladamente, tal vez porque este lugar lo considerábamos, como un sntuario de los profesionales del café y, por supuesto, ninguno se quemaba. Esperé unos minutos, no te acercabas, dudé, ¿iba, o no?; algo me impulsaba, pero me contuve, me serené y cavilé, ¿era lo mejor?, claro que es lo mejor, me dijo una voz en mi cabeza, si no te animas, quien sabe lo que te estabas perdiendo; gracias a Dios por ella.

Me acerqué con cautela, siempre mirandote, aunque tu no lo hacías de vuelta. Hola, te dije agitando levemente la mano, tan solo como un gesto amistoso...
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