0:29 | Author: Carlos Lauredo
Era tarde, bastante de hecho, pero el sueño no llegaba, ese placer mortal ya no era para mi, lamentablemente. Fumaba un cigarrillo, y lo compartía con el viento, ya que a estas horas sopla bastante fuerte. Sentado, y divagando, me preocupe por mi estado, en este preciso momento. Como un humano podía no dormir, como podía seguir de pie, lo lamentaba con todo el alma.

Cansado de todo esto di la última pitada al cigarro y lo tire siete pisos abajo, donde seguro encontraría un final a su agonica vida, te envidió le dije mientras lo miraba caer.

Saque a otro de sus hermanos de mi vieja cajetilla y lo encendí, no era típico en mi fumar tanto, pero ya que, si no puedo dormir, siento que todo en este mundo pierde su belleza, mis obtusas sensaciones son cada vez peores, ya no había solución para mí. Culpé a Dios y al mundo por mi tragedia, un escupitajo fue mi regalo, y mi desprecio su envoltorio, claro, no podía faltar la tarjeta de felicitaciones, mi dedo anular se encargo de todo facilmente.

Pero entonces, note que Dios no me había abandonado, y ante mi falta de respeto, me dio el peor castigo que se le puede dar a alguien, me sonrió. Del cerro lejano que podía verse desde mi balcón un rayo de sol nació, era brillante y hermoso, y por el choque con los vidrios de algún edificio, apuntó al mar e hizo que las luces bailaran como pequeñas hadas de cuentos infantiles, me sentí flotar, como Peter Pan, incluso sentía a campanita a mi lado, la sensación era hermosa, el viento en mi cara y por supuesto que las luces me acompañaban, siempre bailando a mi alrededor, sonriendo. Quisiera que dure para siempre, lastima que termine siete pisos más abajo, junto con mi vida.
Category: |
You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.