Todo vibra, entre apogeos de calma e ira, el baile eterno de mi alma, dos caras, dos ojos, un cuerpo, unidos desde el principio de los tiempos, por amor, por lealtad, por odio y venganza.
El mundo gira, las personas son solo sombras, sin rostro, sin identidad, caminando sin parar, corriendo sin destino, ¿Quienes son los perseguidos?
Todo acelera, el tiempo ha dejado de ser constante, el universo muestra su verdadero tamaño, la soledad se perpetua, las horas son solo segundos.
El mundo brilla, el oro me resbala de los bolsillos, el hambre y la sed desaparecen, el llanto es reemplazado por risas malevolas.
Todo cambia, los grises se vuelven más opacos, y los colores mudan de piel.
El mundo grita, las voces son apagadas con susurros estrepitozos.
Callate, no digas una palabra más, si no me creiste a la primera, para que gastar mi saliva, explicandote otra vez como fue el asunto.
Mejor olvidalo, pero callate, olvida que lo mencione, toma tu café antes que se enfrie, toma la cerveza antes que se caliente.
Es fácil decir como son las cosas, pero es dificil hacerlas, los sueños más profundos se volvieron pesadillas, y los campos de concentración parece el paraíso.
Tal vez te suene arrogante, más tu opinión de infante me tiene harto, solo te lo diré una vez, callate de una vez.
Yo vivi en el mundo de los sueños, donde los relojes se deshacian sobre los árboles, los conejos volaban y los osos usaban tutú y Dios estaba en cada recondito paraje que uno pudiera ver.
Escape por el portal de la realidad, a un mundo de verdad, donde el suelo es firme, y el agua es salada.
Donde mis fantasías no se hacen realidad, la gente es más estúpida cada día en vez de lo contrario, donde se alegran de los más reconditamente inútil, y el inteligente es denigrado por el ignorante.
Oh por Dios, ¿que he hecho yo para merecer esto? era lo que gritaba al principio con vista al cielo, ahora ya no gasto saliva, se Dios no está aquí, ni vendrá.
Ahora se la verdad que la oveja negra es blanca en la realidad, y tus ojos vendados están, por este mundo real.
Que levante la mano aquel que no se haya regodeado en sí mismo, quien no se haya quedado en cama, alusinando a musas inexistentes, quien no ha derramado lágrimas por orgullo propio, quien no se haya emborrachado con una botella barata.
Que levante la mano aquel que no ha deseado ser otro, que se haya masturbado en el baño cuando hay visitas, que haya "obviado" las verdades, y que haya gozado a espalda de sus amigos.
Quien no ha gritado su nombre, visto pornografia sucia en los peores lugares, quien no haya visto a la novia de su amigo desnuda y mentir al mundo sobre su nombre.
Quien se haya fumado un caño en la puerta de su casa, bebido el whisky de su abuelo, cantado la canción mas homosexual del planeta, y haber admirado algún ídolo tonto.
Lo siento, me perdí en mi propia cabeza, y necesito encontrarme, por eso pregunto todo esto, ya no se quien soy, y si todo eso que dije tal vez lo haya hecho en realidad.
Entonces ayudenme, que levante la mano, quien no haya amado, quien no haya hecho cosas cursis, y no haya regalado rosas rojas.
Entonces por favor, que levante la mano quien no este loco como yo.
Sentado en una banca lejana, estaba sentado él, viendo cada movimiento, cada ligero cambio en su humor. El asesino vigilaba a su presa, escogida al azar, como las anteriores, pero mujeres, por supuesto, no era un homosexual cualquiera para matar hombres.
Con el tiempo, había notado esa necesidad, de la sangre, del sufrimiento a sus pies, culpen a quien quieran solía decirse a si mismo, pues no tenía a quien decirselo, pero la verdad es que mis acciones son meramente un acto de conciencia, una... obra de arte.
Se levanto y la siguió a cuatro personas de distancia. Esta era diferente a las demás. Tal vez la más hermosa, será un placer trabajar con ella, pensaba.
Según su estudio, ella vivía sola, acaba de ver a una amiga, era extranjera, no tenía familia. Si hacia bien su trabajo, no la descubrirían hasta que este en su punto y sus huellas se hayan borrado.
Tras sus gafas oculto la vio entrar a su edificio, él se detuvo, espero unos minutos, hasta tener conciencia de que se quedaría ahí; el guardia salió a fumar un cigarrillo y oculto en las sombras pasó de largo y subió al primer ascensor que le abrió la puerta. Piso 7, departamento 5, tenía una copia de la llave, que había conseguido con sutileza, pues no le gustaba forzar cerraduras, ni agredir el medio ambiente, sería tan solo una perdida de tiempo. Abrió, ella estaba en la ducha, sigilosamente se acomodó, sus herramientas en sus forros, y mientras esperaba, se lijaba los huellas digitales, todo limpio, ninguna huella.
Pensaba en todo lo que había pasado, en su vida, en su edad, en sus ideas, escritor desde joven había dejado una vida atrás, tal vez asqueado por la sutileza con que se podría todos los días su vida acompañado de las otras personas que no parecían valer la pena. Aún recordaba su primera obra de arte, una amiga de la universidad, ella veía el mundo opaco y triste, el supuso que se alegraría al ser su primera vez. Por suerte para él, los oficiales eran ineptos y jamás supieron quien fue, pero con el tiempo se pulió hasta ser un profesional, ahora facilmente podía asesinar 3 chicas en menos de un mes y no dejar ninguna relación entre ellas, mpas que ciertas sutilezas, que sabía que jamás en esta parte del mundo tomarían en cuenta.
Cuando se dio cuenta, ya estaba terminando, las sabanas rojas, las paredes manchadas, ella, con la mirada ingenua aún en el rostro, dejo su marca y se fue, limpio como llegó ante su profesionalismo, tan solo con una cortada en el dedo, un error tonto, pero nada que sus guantes no tapen.
Bajó y se despidió del conserje como si nada hubiera pasado, salió a la noche, sonrió y encendió un cigarrillo. Era hora de buscar nuevas victimas, nuevas... compañeras, al infierno me me voy solo. El tenía pocos meses de vida, y se llevaría cuantas pudiera, era una promesa que se había hecho.
Esto está, talvez inspirado, en el país actual en el que vivo, además de las ideas de la libertad que he estado pensando, y de la ilustración, según Kant.
...
¿Donde se fueron los festines?, ¿Donde se fue la algarabía?, ¿Qué es eso que lleva el gran hombre en las manos?, ¿una soga?, Para atarme, ¿verdad?, para quitarme mi libertad.
...
¿Pero quién es este guerrero?, ¿Un soldado de la libertad?, Derrota al bastardo y liberame, Devuelveme a mi musa, la libertad.
...
El gran soldado me ha atado ahora, mis manos encadenadas se encuentran, con sus azotes, mi espalda se queja, tendré que ser yo mismo quien me libere.
...
Ahora soy libre, me encuentro perdido y sin razón, sentado, en un rincon, descubro que no me enseñaron a pensar, quiero un tirano, que me de una razón para vivir.
Chacal, escoltamos el rastro de los sobrevivientes de las caravanas. Recogemos las sangrientas cosechas de los campos de batalla. De ningún cuerpo cadáver se ausentan nuestros flacos vientres. El hambre nos guía hasta la fragancia del viento. Extranjero, viajero, observa atentamente nuestros ojos y traduce el horrible ladrido de los antiguos perros.
(Inspirada en el buen Mauricio, que los humos de la vida lo lleven quien sabe donde.)
Tarde de jueves, amanecí ebrio con la sensasión de haber descubriendo que el vino es gloria e inmortalidad. Una delgada lluvia caía, estaba tirado en la calle, sin saber como había llegado ahí. El cielo nublado, casi tanto como mi corazon, me acomodan tranquilo, sin las molestias de un sol, que te levanta por su brillo.
De repente, escucho unos pasos, ya desde lejos, se oía la firmeza de estos, ya cuando llegan a mi rango de visión, me doy cuenta que es un enorme y viejo caballo, no le importaba nada, ni nadie.
Parecía haber sido un gran semental en sus tiempos, ahora, tan solo un carretero por lo demacrado que estaba. De pronto, gira la cabeza hacia mi, y me mira, todo agobiado, se vuelca ahora a otra acera, y ver pasar a las demás personas, pero parece no importale, tan solo una excusa para dejar de observar a ese muchacho.
¿A donde vas Rocinante?, cuéntame tu historia, le digo. Se acerca con cautela, todavía con paso firme. Me levanto, quitándome la mugre de encima y tomándole la cara le digo, ¿don Quijote te ha abandonado?, ¿ese viejo te ha dejado solo a tu anchas?. Rocinante parece responderme con un si. Lo acerco más a mi, dejame ser tu nuevo dueño, o bienventurado corsel, deja que este bohemio sea el último caballero que cargue tu lomo, llevame hasta donde las hadas gritan por el orgasmo que les produce la naturaleza, y donde las ninfas bailan desnudas.
Subo a su lomo, y me abrazo a su pelaje carcomido, y escapamos con la lluvia, Rocinante y yo, buscando quien nos ame en este descarado mundo de desgracias.
Sentado en esa banca, todavía nervioso con los resultados del doctor estaba yo. Todavía con los papeles en mano y con la boca abierta, ¿porque a mí?, me repetía una y otra vez en mi cabeza, no era justo que la muerte llegara tan rápido, tan solo tenía 20 años, ¿porque ahora?, aun no había podido hacer tantas cosas, escalar en monte Everest, correr desnudo por las playas del Brasil, bailar sobre la torre Eiffel, enamorarme, tener un hijo a quien educar, y muchas otras cosas.
Mis manos temblaban, ¿cuánto me quedaría?, el doctor dijo que si no estresaba mi corazón tal vez unos cuantos meses, pero ante cualquier sorpresa, estaba asegurado en un ciento por ciento que era mi despedida. Al carajo, dije, tomé el viejo mp3 que me regalaron unas cuantas navidades atrás y busque la canción perfecta. ¿Cuántos tienen el lujo de morir escuchando una canción a su elección?, divague en la larga lista, podría ser algún gran clásico hermoso de Beethoven, o de Vivaldi, o tal vez, las dulces notas de Bob Marley serían mejor transporte, seguía viendo, una tras otra, hasta que la encontré, no era de un gran grupo, ni tan trascendental, pero era la perfecta sinfonía agridulce que estaba buscando.
La comencé y los violines me pusieron en automático, me levanté rapidamente y comencé a caminar sin un destino aparente. Mientras avanzaba la canción, recordé hasta el momento más ínfimo de mi existencia, ahora, ya nada importaba, las buenas notas, la cortesía, todo al carajo, ahora eso era ajeno a mi, era mi propio Dios y mi propia muerte.
Salte autos y escuché muchos gritos mientras avanzaba, pero realmente no los sentía, todo ahora se sentía extraviado, como si me hubieran cortado un cable principal. Doble en una cuadra, y llegué al lugar donde nos dimos nuestro primer beso, no me detuve, pero recordé el sabor de sus labios, sus ojos. Ella no sabía nada de mi enfermedad, cuando se entere quedará debastada, que egoista de mi parte no contarle, no morir a su lado, ni siquiera haberme despedido de ella.
También recordé a mis viejos muchachos, los amigos de siempre, con los que compartes media vida, estas con ellos en las buenas y en las malas, los que te llevan a tomar un trago en los momentos dificiles y ponen el hombro para llorar, ellos tampoco lo sabían. ¿Me odiarían por mi decisión?, tal vez la comprendan, saben que me gusta estar solo por momentos. Piso el capot de un auto, evitandolo, y el dueño salió a recriminarme, no lo escuché, se frustró y se fue. Eso era todo, frustrarte e irte, ja, me preguntó si yo también soy así, renunciar tan fácil.
Siento que no falta mucho, mi corazón se acelera a medida que la canción y mis pensamientos avanzan. Me duele el pecho, no importa, que era un dolorcito más en esta vida, cuando la muerte esta a tan solo la vuelta de la esquina, literalmente. Escucho por los audífonos "I can't change", ja, parece que tienes razón, siempre soñé con que mi amiga la muerte llegara de una forma inusual.
Una lágrima cae de mi mejilla al pasar por un parque, era al que me llevaban mis padres cuando era niño. Cuanto me hubiera gustado darles el nieto que tanto esperaban, de hacer perdurar el apellido de la familia como era el deseo de mi papá. Lástima que eso ya no se pueda. Me hubiera gustado charlar más con mi mamá, contarle más de mis cosas, confiar más en ella. Ya era demasiado tarde.
Siento como si me quisiera explotar el corazón, el dolor es tan insoportable que tengo que cerrar los ojos. No, me digo a mi mismo, no te detengas. No sabía el porque, pero presentía que iba a algún lugar en específico, doble la siguiente esquina y supe al fin donde sería mi fin, junto a la estatua de un general de la guerra de la independecia que yo admiraba, siempre soñé con liberar a mi pueblo de la opresión. Y llegó, habían pasado exactamente 5 minutos con 57 segundos desde que le di play al mp3, y fue cuando mi corazón se detuvo, me senté a la sombra de la estatua y bajé la cabeza, me sentía débil, y el dolor era insoportable. Solo pude sonreir, y alcancé a decir, mierda, creo que la vida no es más que una puta sinfonía agridulce.
Cerré mis ojos para no volverlos a abrir, nunca más.
...La charla entre José e Ignacio se realizaba con monosílabos. Ambos parecían bastante lejanos el uno del otro. No se veían más que en algunas cenas y a la hora de dormir. Pero a pesar de todo eso, ambos seguían pintando sin detenerse jamás, mejorando su estilo, influenciados por el gran movimiento artístico parisino.
Una tarde, Ignacio llegó a casa, la encontró vacía y en sombras. Normalmente, su compañero llegaba temprano, prendía las velas y habría las ventanas, pero todo estaba en penumbras. En mesa de la cocina encontró una carta, un tanto húmeda todavía por las lágrimas. Era del hombre que había amado alguna vez, se despedía, y le decía que le pagaría muy caro haberle roto el corazón de aquella forma, no quería saber nada de él ni ahora ni nunca.
...José diambuló por las calles oscuras y mugrosas. El aire apestaba y tenía miedo, no sabía a donde iba ni cual era su rumbo, supuso que lo encontrarían muerto para el amanecer, tal vez a medio comer por algunos perros callejeros y con ratas por todo su ser. Cuando de repente, en medio de sus cabilaciones, chocó con un carruaje. Herido, en el suelo húmedo y con el corazón roto, pensó ver la vida escapando por su cavidades, había escrito esa carta con ira, jamás hubiera encontrado la forma de vengarse, tal vez, con su muerte sería suficiente, cerró los ojos, y perdió el conocimiento.
Despertó en una cama bastante cómoda. Una mujer estaba sentada a su lado, cuando lo vio moverse, se levanto y salió del cuarto. Casi inmediatamente, cuando él se había logrado sentar, un hombre de traje entró. Parecía preocupado, y lo abrazó como si fuera un familiar. Dulce muchacho, le dijo, disculpa por esta terrible mala pasada, he visto tus pertenencias, y me he dado cuenta que no eres más que un pintor de la calle, te ofrezco mi perdón, y también, para... evitar suceptibilidades, he decidido que te quedarás aquí conmigo, en mi casa. La vida de José había dado un huelco muy oportuno.
...Ignacio salió en busca de su compañero, irónicamente se fue por el lado contrario del que tomó unos cuantos minutos antes. Grito su nombre, preguntó por el en los distintos bares y cafés que frecuentaban, pero nada, se había esfumado de la faz de la tierra, y sabía que era su culpa, por haber amado a un hombre y a una mujer, fue a su casa, y le lloró como a nadie, durante 3 días seguidos. La tarde del tercer día le llegó una carta de Marie, se iba por un año a una escuela para señoritas.
...A pesar de que no tenía idea de las técnicas de administración, había aprendido rápidamente todo lo que el señor Popiere le había enseñado. Había aumentado las ganancias en un 200% y en un año había logrado amasar una fortuna considerable. Ahora era un señor respetado, y ahora le decían Joshep, no José. Su patrón y apoderado, el señor Popiere, había estado encantado con el joven, que además de ser bastante educado, buen mozo y un buen artista, era excelente para generar dinero, casi al final del primer año desde que había llegado, le propuso la mano de su hija, una bella muchacha que llegaría dentro de poco. Joshep, que jamás había contado a nadie su homosexualidad, intentó disuadirlo a que no era aconsejable que se haga eso, pero no lo logró, al final se resigno, era virgen con las mujeres, así que no estaba seguro si iba a ser bueno o malo. Esa tarde llegó la novia del colegio de señoritas. Era blanca como la nieve, pelo castaño, y ojos como un lago, era Marie, la muchacha con la que había visto a Ignacio esa tarde. Ella era su futura esposa, y no podría estar más feliz por ello.
...El viaje duraría 6 meses, 15 días y 8 horas exactamente. Demasiado, tal vez, pero para aquella vieja máquina, a la que habían abordado, que este de por sí flotado, ya era un milagro.
Como la gitana les dijo que sigan pintando, solo les había dicho que la catastrofe sucedería en ese recóndito pueblo al que llamaban hogar. Consiguieron unos pinceles y pinturas con los contrabandistas turcos que conocieron ya abordo, también unos cuantos lienzos y cuando tuvieron al fin todo, se dejaron llevar por la suave brisa del mar, Ignacio, había comenzado a sentir una atracción por José, y viceversa, pero tenían miedo de decircelo mutuamente; la homosexualidad no era algo que habían aprendido en la escuela dominical, además de que no estaban seguros de como iba a reaccionar el otro. Pero un atardecer, excepcionalmente bello, José se acercó y tomó la mano de su amigo. Confundido Ignacio simplemente guardo silencio y se dejó hacer cuanto su imaginación le dejó. Se amaron por primera, pero no única vez, en el pequeño camarote que compartían.
Y fue así, entre pinturas de atardeceres, haciendo retratos de los turcos avariciosos y demás pasajeros, llegaron al puerto de Cadiz, donde desembarcaron finalmente. Pero ese no era su destino final; vendiendo asombrosamente los cientos de lienzos que realizaron durante el largo viaje, a un buen precio, consiguieron suficiente para viajar a París, arrendar un cuartito y pagar algo del alquiler por adelantado, y ser felices, ambos pintando. Pero si la vida fuera así, todo sería hermoso para todos, cuando Ignacio había adquirido una extraña nueva forma de pintar, y sus cuadros dejaron de venderse, conoció a Marie.
Ella era una chica de clase media, de una padre negociante y una madre altiva y vigoroza, la muchacha había demostrado gran interés en aquel joven pintor que se sentaba sobre el río, que pintaba cuadros bastante complicados, que, cuando le preguntaban, era algo que sentía muy en el fondo de su ser; aunque también hacía preciosos autoretratos de quien pudiera pagar.
Marie había convencido a sus padres para que la dejaran hacerce un retrato con el joven, y lo cito a su casa una tarde. Mientras él deslizaba el pincel agilmente, no podía dejar de notar las hermosas facciones de aquella muchachita francesa, de ojos claros, como un lago, piel como la nieve y pelo castaño, olvidandose de José por primera vez en los 3 años que llevaban juntos, se enamoró de ella. Al principio solamente tenían una charla amena y se comprendían bastante bien. Ignacio sentía que podía pasarse toda la vida ahí, sentado en una banca observando aquellos hermosos ojos, y ella, que sentía que había encontrado el hombre adecuado por primera vez en 17 años de su vida.
José, mientras tanto, había sentido últimamente bastante lejano a su amante, ya no dormían juntos, y rara vez tenían aquellas fugaces noche, pero eran apenas una pizca de lo que habían sido a un comienzo. Al principio pensó que era por sus la falta de venta de sus cuadros, pero aún así, lo veía alegre. Por las noches, lo veía observar la luna durante horas antes de caer finalmente dormido. Para terminar con todo esto, se decidió a seguirlo. Y fue detrás de un árbol que se le rompió el corazón, cuando veía a Ignacio besar a una linda muchacha de ojos claros como un lago...
No se había dado cuenta, pero tal vez este era el origen de su todo. A pesar de sus incontables maquiavelidades, ahora sentía pena, más alla de la inimaginable. Sentado, ahogado por el olor a cenizas florares en el ambiente, se había dado cuenta de lo triste que esta. Por primera vez en su vida, Ignacio comprendió que todo aquello por lo que se había martirizado tantos años atrás.
Desde joven, se había dedicado al arte de la pintura, esquivando los ideales de un padre con una empresa fructuosa y una severa madre, este hijo único se dejó llevar desde pequeño por el olor aceitoso del oleo. Desde pequeño, se había demostrado agil para la pintura, y junto con un amigo eran conocidos como "los artistas". Ignacio y José (su amigo desde su infancia), habían sido tocados por el ángel del don extraño, decía siempre el cura del pueblo, un viejo nonagenario que a veces parecía perdidamente loco, pero para estas cosas, él siempre mostraba aire de lucidez, por supuesto que la madre, no apoyaba estos gustos, pues de hecho, ella lo veía como un gran empresario, igual a su padre, que sería el hombre más rico de este joven pueblo y decidió engañarlo, pues, él siempre le había dicho que el destino le había encomendado esto, ella sobornó a una vieja gitana, que venía cada año con el circo, para que en una falsa lectura le dijera que en realidad, debía dejarse moldear por sus progenitores y ser un empresario.
Pero, ella si le leyó la suerte, junto con José, y dijo que uno de ellos moriría, culpa totalmente del otro, hasta se le podría decir asesinato, y si querían intentar evitarlo debían irse, lejos y seguir pintando, jamás mirar atrás. A la mañana siguiente se fueron en un tren hacia la capital, luego en barco quien sabe donde, con la esperanza de huir de este horrible destino que la gitana les había dictado...
Atado de manos, y mirando a un arbol, el Coronel esperaba la señal de fusilamiento, que de seguro no tardaría más de unos segundos. Justo antes de escuchar la pronunciación de uno de los oficiales enemigos, dió una ojeada al reloj de la catedral. Se había detenido, exactamente a esa hora, diez para las tres, y de seguro así se quedaría algún tiempo; como su sangre desparramada por ahí, alimentando a la tierra de su dulce plaza.
Pero el Coronel recordaba muchas cosas, su niñez, por ejemplo, cuando su padre y su madre lo llevaban a la catedral a escuchar misa, luego el helado dominguero y el lustrado de zapatos, todo después del corte de cabello, en la barbería del turco, como le decían muchos. Apreciados, esos paseos marcaron un gran impacto en él, poco a poco se le infundaba un amor a esa tierra que lo había visto nacer, y que lo vería morir en tan solo unos segundos. Recordaba uno de ellos muy bien, cuando caminaba de la mano con su familia. Vió un hombre tendido, en la escalera de la catedral, pidiendo limosna. Curioso como era él, le preguntó a su padre porque ese hombre estaba ahí, sin esperanza en los ojos e inmundicia en las manos. "Porque el mundo en el que vivimos trata así a la gente, por ello tu debes crecer para poder intentar resolver estos lios de gente grande". Esas palabras le marcaron de por vida.
Ya en su juventud, se le notaba el ferviente amor a todo cuando veía, le encantaba caminar por ahí, ver el cielo azul, que cubría aquel mundo de fantasía. Tomaba café en los bancos de la renovada plaza, miraba al pueblo pasar de aquí alla, desfrutando de cada paso que todos daban, pero no decía nada. Se limitaba a ver solamente, nunca expresaba aquello a nadie. Y como no querer ese lugar, si le había dado todo, a tan solo unos metros se enamoró por primera vez, le dieron su primer beso y cuantas más experiencias que contar.
Recordando todo en un pestañeo, el Coronel también vió los años en que todo comenzó, su repentina madurez y su cambio de animo. De ser aquel tierno muchacho, como lo calificaba su madre, paso a ser alguien frio, que de repente salía de noche y tenía amigos raros y diferentes, y salía hasta tarde. Al principio pensaron que iba a tomar, pero luego se enteraron cuando vieron las armas. Tuvo que explicarles todo, pero a pesar de sus ideales, su madre se alteró y le prohibió que siguiera viendo a esas personas.
Una vez estallada la guerra, se preparó para salir, su madre lo intentó detener. "Hijo mió, ¿como vas a ir?, no te lo puedo permitir, no mientras me pertenezcas", la apartó delicadamente pero decididamente, "No le pertenezco señora, y lo siento lo de su hijo, pero me confunde, yo soy un Coronel", y así como si nada se fué.Antes del fusilamiento, había escrito una carta para ella, y se la había hecho mandar, disculpandose por todo lo que la había hecho pasar.
Ahora, en pleno siglo XXI iba a ser fusilado. Entonces lo escuchó, "fuego", sintió un ardor en la espalda y mientras las piernas le fallaban, no dejó de mirar el reloj y dijo, al menos me quedaré aquí por el resto de mi vida.
A una cuadra estaba un pelotón, con soldados leales al coronel, que derrotarían a los soldados enemigos, pero no llegarían a tiempo para salvarlo a él.
Como último acto de honor, fue enterrado en la misma plaza que tanto quería, para quedarse a vivir ahí para siempre, como siempre había deseado.
Cansado de una vida larga y llena de altibajos, el presidente se refugió en su estudio en busca de una forma de solucionar sus problemas. Por supuesto, que no se arrepentía de nada, había hecho lo que mejor había creído que era para su país.
Recordaba muy bien su primera campaña política, hace más de 20 años, 25 para ser exacto. Era el novato en las elecciones presidenciales, pero también la cara del cambio. Era la primera vez que veía tantos lugares de su variado país, y de hecho lo había disfrutado tanto, que jamás lo olvidaría. En especial aquella noche en el altiplano, cuando una noche fría un curandero le dijo que sería alguna vez, la persona más importante, y al mismo tiempo, el más perseguido, que le escupirían mientras le aplaudían, y por último, moriría lejos de su gran obra.
Ahora, encerrado en el estudio, se reía de esas frases. Había realizado la política más dura contra el Monopolio, y los peces gordos habían caído con fuerza a él. La gente lo había alabado y fue uno de los presidentes mas queridos e importantes de Sudamérica, pero el viajaba con frecuencia, no por busqueda de capitales extrajeros, como el decía, sino, porque iba a ser asesinado si seguía más de algunos días en un lugar.
Había pasado así varios años, y luego de acabar el mandato, estuvo tranquilo. Durante su tercer gobierno, ahora los militares habían sido seducidos por el poder de un general que se mofaba del presidente pacifista, y, ahora bajo el mando de este lider; habían tomado varias calles, y se encontraba encerrado, solo, como ultimamente siempre lo estaba. Acompañado por el suave recuerdo de sus hijos y su esposa, fallecidos en un "accidente" aéreo. Él sabía que no había sido para nada eso, lo buscaban, y se habían equivocado de avión, por eso siempre viajaban separados; para protegerlos. Fue demasiado tarde cuando se enteró.
Ahora, solo y desesperado, había perdido toda esperanza, todo sueño y toda alegría. Su sonrisa había sido borrada hace mucho, y ya hace más de dos meses que no hacía su viejo programa radial, en el cual, incentivaba al su pueblo. Sabía que lo militares estaban abajo, golpeando la puerta de la entrada del palacio de gobierno, no los podrían contener más de unos minutos, y con o sin él, gobernarían. Sacó una hoja de papel, y con la vieja pluma que le había regalado su secretaria. Escribió:
Quisiera que porfavor, a pesar de que usted es una persona muy dura, publique esta carta al pueblo, busque bondad en su corazón.
Querido pueblo. Lo siento, no he podido mantener la cordura en estos tiempos difíciles, y los tiempos me han ganado. A pesar de mis constantes pedidos de fuerza, yo ya no tengo más, es por eso que dejé de hacer el programa radial de la tarde-noche. Sé, que a la vuelta de la esquina se encuentran días difíciles, y que es posible que seamos blanco de años oscuros. Pero mi estimado pueblo, no se deje caer, sé que el alma de ustedes hay suficiente fuerza para vencer esto, y cualquier cosa que les brinde el destino. Yo no lo logré, ustedes tal vez sí.
Me despido de ustedes. El Presidente.
Lo último que hizo fue que recordó que el Secretario de Estado siempre le obligaba a guardar una pistola en la gaveta de la derecha. Por si las dudas, decía él. La cargó y se apuntó a la sien. Lo último que se escucharía en ese cuarto esa noche, aparte del murmullo de los soldados que ingresaban violentamente al estudio, fue el sordido sonido seco de una pistola disparándose.
Junto a la nota, encontraron su carta de renuncia y el delegado de poder al segundo al mando. El país había sido salvado, el vicepresidente , ahora nuevo presidente, estaba en Estados Unidos, resolviendo asuntos bilaterales.
Las paredes se carcomían por el intenso frio de aquella noche, a través del humo de la habitación podía verse un cigarro, un cenicero, y un hombre sentado, con un lapiz en la mano y unas cuantas hojas de papel delante de el.
No era un poeta, ni un gran escritor, bueno, no escribía palabras, el se dedicaba al mismo origen de las cosas, la tan llamada, madre de la mayoría de las ciencias existentes. El físico estaba sentado en la misma posición durante horas, pensando en el último paso de su gran obra. Después de esto, nada sería igual, iría más alla de cualquier otra cosa.
Aunque ya con edad avanzada, el físico se levanto del papel y trabajó en su pizarra, escribió la fórmula inconclusa en ella, y se quedó pensativo. Estas "Fuerzas Fundamentales" debían ser la respuesta que estaba buscando, de hecho, sería la respuesta a todo. Si tan solo pudiera terminarla esta noche, pensó al mirar hacia abajo y apagar el cigarrillo. De hecho, no debería estar fumando, se le estaba prohibido, especialmente por encontrarse en un hospital.
Abrió las ventanas, el crudo frío entró por ellas, pero él lo disfrutó, ya no le quedaba mucho tiempo en este mundo, y estas sensaciones serían las que más extrañaría, aunque, siendo judío, el físico no sabía bien a donde iba a parar, por su culpa habían muerto miles algunos años atrás. Recordó como, por un tiempo, odió su mente, y culpó a Dios por aparecer en sus sueños, y darle la razón para estas grandes incógnitas humanas. Por momentos, pensó, deseó haber sido como cualquier otro judio, o incluso que lo hubieran mandado a algún campo de concetración, mientras vivía en la Alemania Nazi, pero su destino era otro, y ahora aquí se encontraba, casi al final del camino, con 87 años, su vida le parecía ahora lejana.
En la oscuridad de una noche sin luna, recordó al amor de su vida Mileva, bailando en el prado visible, con un hermoso vestido blanco, pensó en lo que decía antes, ella era tan fuerte como él, en ese momento tan solo dijo, veo, que no eras tan fuerte como yo, eras mucho más. Pero a parte de ella aparecieron tres niños. Hans, Eduard, Lieser, vamos a ver a papá, hoy es su gran día. Una lágrima cayo por su arrugada mejilla; "si tan solo te hubiera vivido, en vez de pensar en la vida", dijo mientras cerraba la ventana y se veía en el espejo. Un viejo decrepito, más calvo y arrugado que de costumbre le devolvió la mirada, por supuesto que no se reconocía, el físico había pasado años sin verse de esa forma, tan solo matinalmente, si estaba presentable, pero ahora, se analizó a si mismo, y con tristeza, se giró hasta su cama.
Sus huesos le dolían, era tarde, las 2:30 de la madrugada, ya no podía aguantar toda la noche trabajando, como en sus viejos tiempos. Y ahí fue cuando se le ocurrió, como lograr la fórmula, era tan simple, casi perfectamente tonto, como había obviado esas tonterias, sonrió, como no lo había hecho en años. Intentó levantarse, pero sus viejo cuerpo se lo impidió, ya no podía más, el físico había sido derrotado por el cansancio, y se acostó, apagó la luz de la lámpara y pensó, al menos lograré dejarle este tantito más de mí a la humanidad, será mi gran sinfonía.
La tarde moría y la lluvía caía, el gris del día podía parecer triste para algunos, pero tal vez no para don Octavio, que estaba en su sala, de bata y con uno de sus mas finos whisky. El departamento se inundaba por las bellas frases de Gardel y el aroma a cigarro daba la impresión de que uno estaba en uno de los bares que siempre frecuentaba cuando era más joven.
Estaba parado en la ventana, viendo la ciudad, húmeda y más lenta que de costumbre. Don Octavio la sentía mejor así, uno podía disfrutar más de los placeres de la vida, el buen beber y la buena música, una tarde lluviosa perfecta. Los tangos hacían que el anciano se moviera a un ritmo conocido hace más de 40 años, he incluso cerraba los ojos y modulaba las palabras del viejo conocido. El decía que era como recordar sus años dorados de juventud, cuando podía pasar días bailando y tomando, conquistando a señoritas en el viejo barrio de la boca. Se acordaba del viejo cuarto del 506 y del traje y sus botines, sus compañeros de toda la vida, ahora estaban en el fondo de su ropero, algo comidos por las polillas, pero sin duda listos para el último tango. Estaba dicho en su testamento que lo tenían que enterrar con estas indumentarías, y así sería, pues su palabra se la tomaba enserio.
Por sus ojos pasaban aquellas noches, en el boliche de la esquina, como le decían, donde empezo el viejo Carlitos, ahí fue que conoció a Paulina; la más bella de todas y por supuesto, la que mejor bailaba. Recordaba las noches que pasaron bebiendo y riendo, arrasando con el piso, siguiendo la marcha de la voz de Gardel y por supuesto arrasando las sábanas de vez en cuando. Que bellos recuerdos, pensó el mientras perfume de mujer comenzaba en el moderno aparato de música que le había regalado su hija en navidad.
Oh mi viejo Carlitos, como llegamos hasta aquí, tu encerrado en uno de esos espejos redondos y yo sin poder disfrutar de una buena noche, ja, supongo que los tiempos serán siempre una porquería, ¿no?, dijo don Octavio sonriendo y siviendose otro whisky, añejado 12 años, con hielo. Pero bueno, supongo que a todos nos llega la hora mi viejo amigo.
Volvió a cerrar los ojos, y recordó la triste tarde en que Paulina se despidió de él. Se iba, quien sabe a donde, a buscar mejores tiempos, se supone que un rico empresario alemán se la llevaría al viejo continente y la haría su esposa, todo esto antes de que tuviera el valor de pedirle que se casara con él. Recordaba lo último que le dijo él, cuando ella le regalaba la última mirada desde el barco. ¡TE AMO!, ella le grito, YO TAMBIÉN OCTAVIO, MI CORAZÓN ES TUYO, ¡POR SIEMPRE! El la superó, con el tiempo y con muchas mujeres encima, al final se casó y tuvo hijos, como todos, y vivió con el recuerdo, hasta ese momento, que sabía que la hora había llegado al fin. Sacó el viejo traje de tango y sus zapatos y se los puso, recomenzó el cd de Carlos Gardel y se terminó el whisky de una; recordó que hace algunos años atrás recibió una noticia que casi adelanta el momento del traje hasta ese entonces. Paulina había muerto en Munich, el lo soportó y también el primer paro cardiaco de su vida. Pero ahora, estaba ansioso, como un niño en navidad, esperando poder abrir sus regalos.
Ya voy Paulina, Carlitos me llevará al centro de la pista contigo, para que bailemos por toda la eternidad; fueron las últimas palabras de don Octavio, justo antes de que acabara el cd.
Hace tiempo que no nos vemos, casi 2 años, pero tranquilizate, creeme que mi viaje a sido terminado exitosamente, creo haber encontrado lo que buscaba hace tantos años, desde aquel verano en el que disfrutabamos del lago de tu familia. ¿Sabes?, es impresionante lo que vi, y más aún lo que tengo para contarte. Por momentos quería rendirme, dejar todo atrás y volver a tus amados brazos, pero al final, creo que todo el esfuerzo tuvo recompensas. En el sur de Africa, encontré una tribu de personas bastante diferentes, ellos creen que existen seres a nuestro alrededor, seres poderosos y temibles con brillantes ojos amarillos. Tuve la suerte de encontrarlos antes de su ritual del solsticio de invierno, ja, más suerte no pude tener, y la bienvenida que me dieron, fue especial. Fue entonces, cuando descubrí mi potencial, mi verdadera razón para estar acá, vivo.
¿No te cansas de ver las cosas con los mismos ojos, de un color que conoces de memoria, y que siempre te dicen lo mismo?, Elizabeth, he encontrado algo más, con nuevos ojos, amarillo brillante, que me escogieron para estar dentro mío, y creeme es lo mejor que me ha pasado, por Dios, no puedo expresar mi exaltación, es como si mi corazón saltara a mil por hora.
Debo decirte ademas, de que he cambiado, el viejo John que conocías ha desaparecido. ahora soy mejor. Llegaré a casa dentro de un mes, entonces te podré mostrar el poder de los nuevos ojos.
Escuche esto hace tiempo, en una canción y en un libro bastante extraño... esta noche, volví a escucharla despues de mucho tiempo... y esta parte me hizo acuerdo a muchas cosas... se las pongo... no me traten de ateo o blasfemo... porque mirenlo y revicen si a alguno no le ha pasado o lo ha pensado...
Padre Nuestro... de todos nosotros de los pobres, de los sin techo, de los marginados, y de los desprotegidos, de los desheredados, y de los dueños de la miseria, de los que te siguen, y de los que en ti ya no creen.
Baja de tus cielos, que aquí está el infierno, baja de tu trono, pues aquí hay guerras, hambre, e injusticias, no hace falta que seas una trinidad, con uno que tenga ganas de ayudar, nos bastaría
¿Cúal es tu reino? ¿El Vaticano, la Banca, la Alta Política?, Nuestro reino es Nigeria, Etiopía, Colombia, e Hiroshima, El pan nuestro de cada día son las violaciones, la violencia de género, la pederastia, las dictaduras y el cambio climático.
En la tentación caigo a diario, no hay mañana en la que no este tentado de crear un Dios humilde, justo, un Dios que esté en la tierra, en los valles, en los ríos, un Dios que viva en la lluvia, que viaje a travez del viento, y que acaricie nuestra alma.
Un Dios de los tristes, de los homosexuales, Un Dios más humano. Un Dios que no castigue, que enseñe, Un Dios que no amenzace, que proteja, Que si me caigo, me levante, que si me pierdo, me tienda su mano. Un Dios que si hiero, no me culpe, y que si cuestiono me entienda, pues para eso me dotó de inteligencia.
Padre Nuestro, de todos nosotros, ¿por qué nos haz olvidado?, Padre Nuestro, ciego, sordo y desocupado, ¿por qué nos haz abandonado?
Me presento, soy la libertad de tu cuerpo que se liberó de tí, dime, ¿Cuánto vale tu alma?, porque, ¿sabés?, es mi trabajo llevarte, bueno, tu quisiste que sea este el momento, la lujuria de tus alas pensó que podías hacer lo que querías y seguirías impune, pero el nazareno de la cruz te ha estado viendo, creeme, y bueno, el me ha mandado especialmente a llevarte a donde perteneces, y no, no creas que te llevaré ante el, no recibiría a una basura que se corta con el vidrio de su baño, soy el que hace el trabajo sucio, por así decirlo.
Dime, ¿por qué lo hiciste?, ¿amor decadente?, ¿te cansaste de ser algo viviente que no deja de moverse a ningún lado?, o tal vez, pensabas que si Dios venía por ti le explicarías todo y te absolvería de tus pecados como lo hace el padre de la iglesia.
Cae la noche y niebla eterna, eso te espera, creeme, es lo mejor que puedo darte, tus sueños de muerte se volvieron realidad, al parecer... jajaja. Ahora, ¿supongo que sí te creiste todo el cuento que dice que te rindas ante la única religión, y que llegarías a la purificación; y pusiste tu vida ante él, pensando que le rendirías cuentas al el?, lástima, rendirás cuentas ante mi.
Ahora dime, ¿por qué lo hiciste?, si me dices te prometo que te diré mi nombre.
...Yo... lo hice... por que quería ascender, quería liberarme del sufrimiento, quería que los ángeles como tú me guiarán al cielo donde reciden los mas bellos lugares del universo, a veces no quería morir, a veces le temía al jucio, pero negué a Satán y a sus vicios, yo soy alguien bueno, y merezco ir ante él...
Oh, creeme, tu arrogancia es increible, te digo una cosa... la libertad y la justicia murió de pena y melacolía, lamento decirte esto pero hoy Dios no está aquí ni vendrá.
... Ahora, tu cumple tu parte del trato, ¿qué ángel eres?, ¿cual es tu nombre?...
Bueno... a mi me dicen de muchas formas... aunque en teoría no soy un ángel te diré mi nombre al oido... mi... nombre... es... Lucifer... y tu vendrás conmigo...
Estoy cansado, creo que ya no puedo mantenerme de pie, pero... no me rindo. El olor a sudor me llena la nariz, y ese sabor de sangre inunda mi paladar. Mis ojos apenas pueden ver debido a los golpes, tan solo veo su sombra, suficiente para mi.
Esquivo un golpe, otro, arremeto contra él, no estoy seguro, pero siento que di en el blanco, un objetivo blando y carnoso, un derechazo, el mismo sentimiento, otro, ahora fue diferente, la sangre comenzaba a ser mas evidente, sentía mis manos llenas de ella. me alejo, pero el ataca y siento dos bombas en mi cara y otra en mi estomago, me alejo un poco y levanto mi pelo rapidamente. Puedo verlo, sangra, tiene un ojo dañado y escupe rojo. Es mi momento pienso, y me abalanzo con contra el lo más rápido que puedo. Caemos al piso, el debajo de mi, y en ese momento, siento como si alguien moviera un interruptor. Descargo la ira que tenía guardada años tras años, podía ver muchas caras en vez de la suya. Mi jefe, que siempre me decía que todo estaba mal y se llevaba el credito de mi trabajo, mi esposa, que me engañaba con el vecino, de mi padre, que me golpeaba cuando era niño, de mi mejor amigo, que se robo a mi novia antes de proponerle matrimonio y despues de pedirle que sea mi padrino.
Ya no se siente blando, sino pegajoso, húmedo, pero no me detengo, ellos no lo hicieron y tu no lo harías, pero el cansancio me vence, y paro. Doy una ojeada a lo que antes era la cara de un desconocido, ahora no es más que sangre y carne, tal vez este muerto. Quiero respirar humo, y sentir como se quema mi corazón con algún químico. miro al cielo y siento las gotas de sangre caer de las heridas abiertas en mi cara. Me levanto y voy al baño, el espejo me devuelve una mirada sombría, como la que había soñado hace tanto tiempo, como la que siempre desee. Me lavé y salí del lugar, de seguro alguien lo encontraría antes que sea demasiado tarde, y si no, que importaba, no sabía quien era, no sabía si alguien lo esperaba en casa o si siquiera fuera feliz, tan solo me obligue a no pensar en ello, me puse mi camisa y mis gafas. Salí del lugar y encendí un cigarrillo para calmarme. Tranquilidad, estaba mejor, al carajo con la terapia de la ira y esas cosas, esto era mejor, era una probadita de gloria. Sonrío y tomo el autobus nocturno hasta mi departamento en el centro de la ciudad, donde nadie me esperaba, ni le interesaba... creo que no será la última vez pensé...
Talvez les parezca ingrato, mi compañero de celda, el cual lleva años aca, me cuenta sus viejas historias sobre la prisión, era de los más veteranos de hecho, casi 40 años aca, ni más ni menos. Yo había perdido mi nombre, ahora era tan solo un número, 2892004-0.
Era tarde, los guardias no habían llegado aún, tal vez antes de las cinco. Los ronquidos de los demás me perturbaban, hace dos noches que no podía dormir, y de seguro mañana me golpearían por el pan del desayuno. Mi compañero de celda se movió de su cama, veo que aún tienes ese insomnio, me dijo sonriendo, mientras encendía un cigarrillo de contrabando.
No dije nada, tan solo vi salir el sol tras los barrotes, quiero ser libre, le dije. Mmm, todos lo deseamos, pero este pabellón es especial, solo para gente como tu y yo, asesinos, es como nos llaman, pero, digamos que tan solo somos, ladrones de vidas.
Negué con la cabeza, ¿es que ahora me perturbaba lo sucedido esa noche?, la noche en que todo cambió, en que el sueño se volvió pesadilla, y el amor que sentía se volvió odio.
Ya aleja esas cosas de tu cabeza, me dijo Micky desde su cama, es estúpido, no puedes cambiar el pasado, y piensalo, podrás meditarlo con calma, ¿cuántos te dieron?, ¿30?, ¿40 años?. 35 le respondí sin mirarlo. Lo ves, dijo exhalando humo, el tiempo es tu aliado ahora, tal vez no el lugar, pero debes darte paz.
¿Donde podría encontrar paz?, en este lugar tan solo había dolor, frío, oscuro, donde siempre había algo que tu tenías...
Era tarde, bastante de hecho, pero el sueño no llegaba, ese placer mortal ya no era para mi, lamentablemente. Fumaba un cigarrillo, y lo compartía con el viento, ya que a estas horas sopla bastante fuerte. Sentado, y divagando, me preocupe por mi estado, en este preciso momento. Como un humano podía no dormir, como podía seguir de pie, lo lamentaba con todo el alma.
Cansado de todo esto di la última pitada al cigarro y lo tire siete pisos abajo, donde seguro encontraría un final a su agonica vida, te envidió le dije mientras lo miraba caer.
Saque a otro de sus hermanos de mi vieja cajetilla y lo encendí, no era típico en mi fumar tanto, pero ya que, si no puedo dormir, siento que todo en este mundo pierde su belleza, mis obtusas sensaciones son cada vez peores, ya no había solución para mí. Culpé a Dios y al mundo por mi tragedia, un escupitajo fue mi regalo, y mi desprecio su envoltorio, claro, no podía faltar la tarjeta de felicitaciones, mi dedo anular se encargo de todo facilmente.
Pero entonces, note que Dios no me había abandonado, y ante mi falta de respeto, me dio el peor castigo que se le puede dar a alguien, me sonrió. Del cerro lejano que podía verse desde mi balcón un rayo de sol nació, era brillante y hermoso, y por el choque con los vidrios de algún edificio, apuntó al mar e hizo que las luces bailaran como pequeñas hadas de cuentos infantiles, me sentí flotar, como Peter Pan, incluso sentía a campanita a mi lado, la sensación era hermosa, el viento en mi cara y por supuesto que las luces me acompañaban, siempre bailando a mi alrededor, sonriendo. Quisiera que dure para siempre, lastima que termine siete pisos más abajo, junto con mi vida.
Era una noche como cualquiera de hecho, el clima frio, como debe ser en esta ciudad. No tenía clases al otro día y divagaba en mi cama, pensando tonteras sin sentido; eran las 11:30, y no había en que ocuparse, no se me ocurrió nada mejor que poner el cd mp3 que me habían regalado la última vez que fuí a casa. Carajo, son algo mas de 200 canciones, pensé al ver el contenido que había sido escrito con cuidado y a mano con un bolígrafo negro, era su letra, pero me negué a pensar en eso ahora.
Tomé el viejo diskman de mi padre que había puesto sobre la mesa de la cocina y puse el cd. Tardó unos segundo en cargar, en eso, pude apagar las luces y acostarme de nuevo. Su canción favorita, mmm... no la cambié, simplemente disfruté de las letra de Steven Tyler, podría quedarme horas, no importaba, mañana no tenía responsalidades tontas y podría hacer lo que se me plazca, un pequeño suspiro de libertad. Luego comenzó Sabina, pero por supuesto me dije, ella estaría loca si no lo pusiera. Entonces recordé las noches en las cuales tan solo tomabamos un buen vino y junto a la radio que solo sabía canciones del español.
Me di la vuelta tapandome la cara con la almohada, no pienses en ello, fuera del sistema, la saque ya tranquilo y volvía posar mi cabeza tranquila y comodamente. Término y respiré aliviado, pero lo siguiente fue como si me clavaras un cuchillo, los hermanos Gallagher me gritaban una vez que no me vaya hasta hacer las cosas bien. Llevé mi mano a las orejas, pero me detuve, si esta era la forma de estar junto a ti otra vez, lo soportaría, pensé rindiendome.
Una tras otra las canciones me llevaron a recuerdos que teníamos, noches en las cuales no parabamos de hablar, o solo miramos las estrellas.
Abrí los ojos después de unas 20 o 30 canciones. Estaba amaneciendo, y me fije en el viejo diskman, solo faltaba una canción, y sin duda fue la peor. Tu favorito y amante empezó a sonar, Ricardo Arjona empezó a inundar mi cerebro con rimas melancolicas, pero esta canción me hizo sentarme, me encojí en posición fetal extrañandola, y simplemente escuche que debíamos aclarar el panorama, era cierto, aún no sabíamos que eramos ella y yo, y nunca lo sabríamos.
Lo siento, alcancé a decir justo cuando acababa la canción y el sueño me vencía por fin...
Sentado, me encontro el destino ante esta nuevas curvas.
¿Donde?, en el viejo café de la galería Santa Ana, a un costado de la calle principal. ¿Entusiasmado?, no realmente, me encontraba solo como de costumbre, y mi mente no estaba pendiente de algo así. ¿Acompañado?, si un buen libro y una taza de café cuentan, tenía dos buenos amigos.
...
A un extremo estaban las damas siempre pulcras, que se desligaban del hogar, del trabajo, de los maridos o de lo que sea, para pasar dos horas con las amigas en el viejo café de la galería Santa Ana. También, al otro extremo, se encontraban los expertos caballeros; hablando de la juventud, del trabajo del que ya se habían jubilado, y de los buenos tiempos.
Entonces llegó, como dije al principio, me encontró con la guardia baja y disfrutando de la buena música. Al fin nos conocemos, dijo mostrando sus brillantes dientes. La dueña del lugar se acercó, con un instinto de mujer dedujo la escena, sonrió y sentó a la recién llegada en mi mesa, y le trajo al carta. ¿Porqué estas aquí?, le pregunté. Si esperas a alguien más me levanto inmediatamente. No dije nada y ella sonrió y dijo, ¿quién dice que estas cosas no pueden pasar?
No luché más, sonreí y caí engatusado en sus encantos franceses...
Su sonrisa brillaba tanto como el sol de verano, y sus mejillas estaban rojas, tipico de las mujeres de aquí. Su bella figura se destacaba más con aquel porvocador bikini que se había comprado recien, pero ese no era el punto. Lo importante era estar ahí con ella, tomandole de la mano, y verla en sus ojos en primera fila.
Ah caray, pensé, que afortunado soy al tenerla a mi lado.
Parpadeo.
Al abrir los ojos, descubro la realidad, estoy en mi cama, todo había sido un sueño, y estaba solo, como todos los días...
Me miraste sin expresión; o eso es lo que pienso hasta el día de hoy; hola, me dijiste con una voz mordida. ¿Puedo sentarme?, pregunté airadamente, sin miedo; miraste la silla, claro, porque no. Observé tus ojos, pero evitaste los míos, tenía el café y el libro en la mano, los posé suavemente, los miraste y pediste permiso para tomar el libro y viste la portada.
¿Te gusta leer?, me dijiste mirando todavía la portada. Entre otras cosas, respondí. Eh, mira, te quiero preguntar algo, ¿Porque me sigues hace unas cuadras?, se que no vienes seguido aquí, nunca te he visto, y vengo a menudo. Rapidamente levantaste la cara, era la primera vez que veía tus radiantes ojos claros, sin color definido. ¿Quién te dijo que te seguía? ¿eh?, tu ego me sorprende, tan solo buscaba un lugar donde pasar el tiempo, tal vez te haya visto, pero sinceramente, no note que te estaba siguiendo.
No mencioné palabra alguna, ¿Que podría decir?, nada, estaba absolutamente perplejo. Jamás alguien me había dicho algo así, de hecho, eso es algo que yo mismo hubiera dicho. Eh... alcance a decir con torpeza, pero... bueno, creo que no comenzamos bien, me llamo Carlos, y estiré la mano de forma amigable.
Miranda, dijiste tomando firmemente mi mano.
Eso fue suficiente, creo, para ti, y también para mí. Si me acordara de todo lo que hablamos esa tarde te juro que mi cabeza explotaría, pero lo que me sorprendió más que todo es como no notamos que el tiempo volaba, pero lo disfrutabamos. Algo que también me sorprendió fue tu atrevimiento a venir a mi casa, y pasar la noche conmigo, pero admito que también soy culpable, pero, quien se resistiría a tus encantos, y los mismo al otro día, pero esta vez en tu casa, sin duda todo fue maravilloso, pero, ahora, es el momento del adiós.
No es porque no te desee, o alguna razón de afecto, recuerda que te dije que yo no puedo estar quieto, no puedo vivir pegado en un lugar, necesito ver más y conocer más, lo siento, pero, tal vez haya otro encuentro, en el mismo café, el paraíso de madera, al cual llegaste una tarde de invierno, tan solo buscando un lugar para pasar el tiempo. Quién sabe, el destino tiene un modo raro de actuar.
Bueno, ¿tendré que ser yo el primero en hablar?, veamos que hace ella, me dije a mi mismo, y simulé seguir leyendo .
Ordenaste un cortado, mmm, no visita mucho esta clase de cafés, pensé. Esperabas tu pedido jugueteando con los dedos mirando hacia las paredes; evitando claramente mi mirada; siempre admirandola belleza del lugar, tal vez preguntandote donde se había ocultado este pequeño paraiso de madera todos estos años, justo igual a mí, la primera vez que llegué a parar aquí.
Llegó tu cortado y no esperaste el tiempo suficiente para que se enfriara, te quemaste por supuesto, muchos rieron disimuladamente, tal vez porque este lugar lo considerábamos, como un sntuario de los profesionales del café y, por supuesto, ninguno se quemaba. Esperé unos minutos, no te acercabas, dudé, ¿iba, o no?; algo me impulsaba, pero me contuve, me serené y cavilé, ¿era lo mejor?, claro que es lo mejor, me dijo una voz en mi cabeza, si no te animas, quien sabe lo que te estabas perdiendo; gracias a Dios por ella.
Me acerqué con cautela, siempre mirandote, aunque tu no lo hacías de vuelta. Hola, te dije agitando levemente la mano, tan solo como un gesto amistoso...
Era invierno, en Viña del Mar se sentía como el viento frío llegaba por el pacífico y también las nubes que cruzarían el continente, esa era la belleza de vivir aquí, ser el primero en ver esas cosas. Recuerdo exactamente que estaba en mi café favorito, “Cigarretes and Cofee”. Como siempre que tenía tiempo, me encontraba absorto en alguno de los libros que podía conseguir en la librería cerca de mi departamento, siempre bien acompañado por una taza de café y una cajetilla de Kent’s. Pero esa tarde iba a ser diferente, y de hecho, yo ya lo había presentido, pues no eras buena para perseguir a la gente, y menos para ocultarte, pero quería seguirte el juego, por supuesto que no sabía quién eras en ese entonces, tan solo un x en una sumatoria hasta el infinito, un número más en el pi, como a veces me gusta decir últimamente, y por supuesto que te había notado entrar, que hacía una jovencita en ese café primero que nada, jamás habíamos visto entrar una señorita, por lo menos yo, y dudo que uno de los caballeros se acuerden de la última vez que paso.
Bajé el libro cuando vi donde te habías sentado, justo en una mesa con cara hacia donde yo estaba. Bueno, por lo menos intenta ser algo discreta, me dije a mi mismo mientras sorbía un poco del expresso caliente que tenía delante. Bueno, ¿entonces tendré que ser yo el primero en hablar?...
que significa cuando digo hola, no entiendo, porque simplemente nos expresamos de esa forma, de hecho, ¿es necesario presentarse ante alguien?, creo que es así como se forman los lazos y todas esas cosas; pero que pasa si ya no los quiero, no quiero mas de eso.
Mmm... divago, tal vez al escribir esto, meramente sin sentido, sin brillo, y sin belleza literaria de ningún tipo, es acaso necesario que deba presentarse... puedo tan solo ser... "El"... sería mejor para mí, no hay razón aparente, pero simplemente me gusta ser un punto más en las encuestas y pasar desapercibido, tan solo por ahora, ya que no es necesario brillar en el mundo por ahora.